
Ya decíamos que la famosa ley estaba lista para ser promulgada, aprobada por el Congreso y por el Tribunal Constitucional. Una ley con mucha historia, dimes y diretes que se dieron desde que la Presidenta nos regalara, con un discurso que nos esperanzaba, pero con un proyecto de ley muy malo.
Una ley debe ser dialogada, no impuesta, y ya antes de aquel discurso la llamada Reforma Laboral partía con secretismos. Nadie sabía quienes estaban trabajando en tan importante proyecto. Los abogados laboralistas, que tenemos muchos y muy buenos, se preguntaban unos a otros si estaban trabajando en aquellas leyes, y la respuesta, invariablemente era NO. Hasta que conocimos su fruto. Nos contaba uno de los buenos laboralistas que lo citaron, a él y a unos cuantos más, para integrar una comisión que evaluaría el pre-proyecto. En la primera reunión les entregaron lo que el Gobierno había hecho, no eran temas sino el documento casi listo, quedaron de leerlo y tener una segunda reunión. En esa segunda la opinión de los expertos fue unánime, el proyecto ERA MALO. Pero, cual avestruz, el Gobierno “confió” en lo que sus técnicos habían trabajado y nunca más se reunieron los expertos.
Vino luego el gran discurso, acompañado con un pésimo proyecto. El gobierno repetía lo del Transantiago, dejando en manos de oficinistas un proyecto que ellos mismos señalaban que era una Reforma, y excluía de las decisiones a los grandes.
En la Cámara de Diputados, dimes y diretes. Entre los dos bandos, Nueva Mayoría y Chile Vamos, sólo desmembraban y pegoteaban frases. El Gobierno aportaba con “indicaciones”, que cambiaban ciertas materias, pero hacían que el proyecto, como unidad, perdiese lo poco que tenía. Lo mismo ocurrió en el Senado. Mientras todo ello ocurría, la CUT, el órgano de los trabajadores, permanecía en silencio, cuando no, expresamente, apoyaba el proyecto. Sólo vienen a proponer un paro general a días de su aprobación, mientras la derecha señalaba que acudiría al Tribunal Constitucional ante la inminencia de su aprobación final.
Efectivamente lo llevan, por primera vez, al TC criticando 4 ideas matrices: Titularidad Sindical, Extensión de los Beneficios, Derecho para solicitar información y Negociación Colectiva por medio de Sindicatos Interempresas. El primer punto es aceptado, el segundo, parcialmente, y los otros dos puntos son denegados. Dado lo anterior, el Gobierno gestiona un veto presidencial supresivo, pero no todo queda allí. Más tarde el Tribunal Constitucional nos “regalaría” que la supuesta “Reforma Sindical” (como le decían en ambientes empresariales) debía suprimirse el término “sindicato”. Éste último paso deja muy en claro que de “Sindical” la reforma no tiene nada. Que la letra chica que nos trae sólo dificultará la labor de los sindicatos. Los ganadores, por la letra chica que ella trae, será la parte más fuerte, por sobre todos los trabajadores.
Una vez más, los trabajadores deberemos luchar contra la corriente, pero eso no nos es nuevo. Todos los triunfos que hemos tenido han sido cuando nos hemos movilizado. Así, años atrás, logramos evitar el trabajo infantil; así evitamos la esclavitud; así logramos 8 horas de trabajo, 8 horas para descansar y 8 horas para nosotros. Unirnos y movilizarnos será la única forma de lograr que seamos escuchados, porque la clase política está cooptada por el dinero, y mientras ello suceda no podemos pensar, ni soñar, en una sociedad más justa.
Si quiere ver la ley la encuentra aquí, con toda su historia, la cual fue publicada el 08/09/2016.
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