
Estimado(a) XXXXXXXXXX,
Fruto del legítimo deseo, y que compartimos ampliamente, de alcanzar pensiones dignas para todos los chilenos, hemos visto en los últimos días a varias organizaciones y líderes manifestar su rechazo al sistema de pensiones existente en Chile y plantear distintas propuestas para mejorarlo, llegando en muchos casos a proponer la vuelta a un sistema de reparto. Dado este escenario, nos parece oportuno dirigirnos a usted para entregarle información que esperamos sea de utilidad para, con antecedentes objetivos, pueda comprender mejor la actual discusión y tener su propia opinión al respecto.
En el actual sistema de pensiones chileno el trabajador es el dueño de sus fondos, los que son además inembargables y le permiten acceder siempre a una pensión, independiente del número de años cotizados. Incluso, si no ha cotizado o ha cotizado muy pocos años, el pilar solidario le permite obtener una pensión mínima. Esto ocurre debido a que el sistema chileno es un sistema mixto donde también existe contribución del Estado, quien con los fondos recaudados a través de los impuestos pagados por todos nosotros, financia a aquellos que por diversas razones no pudieron ahorrar lo suficiente para su pensión.
El componente de capitalización individual de nuestro sistema de pensiones, considera los fondos que las AFP administran, que como dijimos anteriormente son de propiedad de cada afiliado. Estos están constituidos por el ahorro de los cotizantes más la rentabilidad que las AFP han logrado para sus afiliados durante todos estos años. Esto permite que hoy el monto total de ahorros de los afiliados alcance alrededor de US$ 160 mil millones, monto que garantiza la sustentabilidad del sistema en el futuro. De este monto, cerca de dos tercios son producto de la rentabilidad, destacando que la rentabilidad promedio de los fondos de pensiones que las AFP administran para los afiliados ha sido una de las más altas de los países de la OCDE.
Por otra parte, estamos muy de acuerdo que las pensiones no alcanzan el monto que a todos nos gustaría, y es válido que haya discusión de las mejoras al sistema que son absolutamente necesarias por los cambios demográficos y económicos en el mundo incluyendo Chile, pero la discusión debe darse con la evidencia existente y con datos reales, no sesgados, tergiversados o incluso falseados.
El objetivo final es mejorar las pensiones de los chilenos y chilenas, para hoy y para el futuro, y no dejar una carga que nuestros hijos y nietos no tendrán cómo soportar. Dado lo anterior, nos parece importante explicar qué es un Sistema de Reparto. Significa en términos simples, que los cotizantes activos financian los ingresos de los pensionados. Este mecanismo de reparto funciona bien cuando los cotizantes activos son muchos más que los pensionados dado que estos últimos extraen fondos de esos aportes. En el 2010 en Chile, había 5 adultos en edad de trabajar (entre 20 a 64 años) por cada persona mayor de 65 años. Para el año 2050 se proyecta que existirán sólo 2,2 trabajadores activos por cada persona jubilada, lo que hace inviable un sistema de reparto en Chile. Esto quiere decir que para el 2050, 2 trabajadores activos deberán con sus contribuciones costear la pensión de 1 jubilado.
Este sistema de reparto funcionó, cuando se creó hace más de un siglo atrás, ya que había muchísima gente joven, en edad de trabajar y con posibilidades de aportar al sistema, que a su vez debía pagar a muy poca gente mayor pasiva, los pensionados de ese entonces, que podían recibir una pensión acorde con su sueldo cuando aún era trabajador.
A medida que los años pasaron, y con los cambios demográficos que se han observado en el mundo (aumento de las expectativas de vida y bajas en las tasas de natalidad), cada vez aumentó la proporción de personas mayores que debían recibir esa pensión, y el aporte de los jóvenes que trabajan se fue transformando en insuficiente para financiar dicha pensión. Esto es inevitable y es estructural de los sistemas de reparto, y por esto finalmente no son sostenibles en el tiempo. Numerosos países, sobre todo en el mundo desarrollado, implementaron estos sistemas de reparto, y la evidencia ha demostrado que tarde o temprano ocurre lo recién señalado, esto es, que los fondos no alcanzan a financiar las pensiones supuestamente prometidas.
Eliminar definitivamente el sistema de reparto es muy difícil de realizar (los grupos de poder que reciben suculentas pensiones obviamente se oponen a corregir el sistema de fondo), por lo que dichos países han seguido básicamente los siguientes caminos:
- 32 países han debido reducir los beneficios entregados, esto es, reducir las pensiones respecto de lo prometido para las nuevas generaciones. Estudios muestran una baja en pensiones de más de un 40% en algunos países respecto de lo inicialmente prometido.
- 62 países han debido aumentar la tasa de contribución de las generaciones jóvenes. El promedio de la OECD es cerca del doble de aporte que en Chile, y en algunos casos lo supera 3 veces.
- 30 países han debido aumentar la edad de jubilación.
- Endeudar al sistema para obtener fondos que permitan financiar pensiones que no alcanzan a ser financiadas por los aportes de los cotizantes. Algunos países europeos tienen deudas por pensiones prometidas de varias veces su PIB, lo que hace que en la práctica sea imposible pagarlas.
- Transitar a un sistema mixto, en que se va reduciendo el financiamiento de la pensión proveniente de un sistema de reparto para ir incorporando el ahorro individual que hace cada persona en su cuenta de ahorro.
Lo anterior, es la realidad de los sistemas de reparto, fácilmente observable y comprobable. Tal como se ha dicho, estos sistemas existen en muchos países del mundo, pero no por ser una situación deseada sino por haber sido heredado, y por ser extremadamente difícil de revertir. En Chile, el antiguo sistema de reparto, tenía todos estos problemas señalados anteriormente. El aporte era alrededor del 20%, es decir el doble del aporte que se hace a las cuentas de capitalización en el sistema actual. Numerosas personas, si no cumplían el número mínimo de años (10 años de imposiciones en el caso de las mujeres y 20 años de imposiciones en el caso de los hombres) no tenían derecho a ninguna pensión, y el aporte que hicieron por años se “perdía”. Nada de esto se transparenta debidamente en la discusión actual.
Estos dos puntos recién señalados que existían en el sistema de reparto chileno, que las personas que no cumplían un mínimo de aportes no recibían pensión y que las tasas de cotización eran cercanas al 20%, es lo mismo que ocurre hoy en día en los sistemas de reparto existentes en el mundo. La mayor parte de los países tiene requisitos de entre 10 y 20 años de cotización mínima para poder recibir pensión, y la tasa de cotización, en promedio en la OECD es cercana al 20% (casi el doble que en Chile) y en algunos países supera el 30%.
Finalmente, reiterar que los factores más relevantes y que permiten mejorar la pensión tienen que ver, además de la rentabilidad que los fondos logren en todos los años, con la cantidad de años de cotizaciones de los afiliados. Claramente el factor de género es crítico, lo que hace muy necesario que los cambios que se introduzcan al actual sistema de pensiones tengan presente un foco especial en las mujeres como también permitan aumentar la edad de jubilación y las contribuciones especialmente de parte de los empleadores.
Dada la connotación y debate público que ha tomado esta discusión, creemos que es importante y es nuestra obligación mantenerlos informados. Más allá de los slogans y de frases rimbombantes es muy importante que disponga de todos los antecedentes para que se haga sus propias conclusiones. Su futura pensión, y la de nuestros hijos y nietos depende de ello.
Atentamente,
Pedro Atria
Gerente General Cuprum AFP
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